domingo, 17 de noviembre de 2019

Km. 0

Hacía tiempo que no sentía gran interés por plasmar toda la mierda que se me revolvía por dentro.

Cuando tenía 15 años escupía mi bilis a diestro y siniestro, como si necesitara contaminar el mundo. En realidad necesitaba psicoterapia.

Con los años, empecé a buscar ayuda de cualquiera. Cuando digo cualquiera significa que he ido peregrinando por las consultas de varios psiquiatras y psicólogos intentando comprender algo de lo que lleva supurando (y pudriéndome) tantos años.

No sé si alguna vez caminaron sin rumbo, pero es lo que llevo haciendo una década y no se siente bien.

Volviendo sobre la ayuda de cualquiera, cualquiera también fue el alcohol, la autolesión, trastornos de alimentación y demás mierda.

Por algún motivo que se me escapa ahora he conseguido abrir los ojos, así que cosas que había estado ocultando ahora las vomito. Es como volver a tener diarrea verbal con 15 años, pero intentando buscar soluciones sin dañar a nadie.

He decidido mandar a la mierda a la psiquiatra que me venía tratando los últimos años. Primero de todo porque es fan de recetar benzos hasta para respirar. ¿Te duele el estómago? Benzos. ¿No duermes? Benzos. ¿Te has roto el brazo? Benzos.
Segundo, me parece una persona poco honesta con mi realidad. No creo que normalizar el maltrato sea lo que me conviene, llevo normalizándolo desde los 6 años y mírame, no funciona. También minimiza mucho mis problemas cuando en realidad nada es tan sencillo. ¿Te pega? Pues pasa, no merece la pena amargarse.
En tercer y último lugar, esta psiquiatra me derivó a una psicóloga ineficiente y a la par, negligente. Te estoy contando mis problemas, me estoy abriendo, no nos conocemos, por favor, trátame con respeto.

La razón de ser de este blog es ir escribiendo todas las cosas que mi madre ha hecho por mi. Entendedme: para que yo llegue hasta aquí.

Acá es cuando debería poner alguna advertencia de explicit content.

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En fin, allá vamos.

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