Otra de las veces en que me di cuenta de que mi madre era un foco de ansiedad fue en la universidad.
La universidad son unos años en los que vives relativamente tranquilo porque has elegido un camino que a tu parecer es definitivo. Vas a cargar el resto de tu vida con esas decisiones.
El caso es que un día llegas al último año de tu carrera y empiezas a sentir cierto malestar porque no sabes qué hacer en los siguientes años, así que buscas idiomas, intercambios, más carreras, másteres que duren 2 o 3 años, etc.
Para mi llegar al final no sólo suponía la incertidumbre del futuro, sino que también estaba el enorme muerto de la graduación.
La única razón que me mantuvo motivada durante 4 años para sacarme dos grados (que debería haber sacado en 5, como la gente normal) fue perder de vista a mis compañeros de clase. El no querer renunciar a este sueño maravilloso se juntó también con que conocí a mis posibles compañeros del curso inferior.
Igual no era la mejor de las razones, pero para mi era suficiente.
Por eso, mientras el día de la graduación se acercaba yo cada vez tenía más miedo.
La graduación es un acto social y quien diga lo contrario miente.
Mi madre es una persona que parece que si no monta un pollo tremendo no disfruta. Por eso hablé durante meses con mi psiquiatra de si era mejor invitarla o no hacerlo.
Al final se autoinvitó.
Así que en mi cabeza empezaron a crearse situaciones hipotéticas con las que podía humillarme. Conflictos con compañeros, con profesores, con otros padres.
En mi cerebro todo aquello colapsaba una y otra vez.
El caso es, que tras meses poniéndome en lo peor lié a mis padres para ir a cenar justo después de la graduación para que no pudieran entretenerse y que ella destrozase ese día.
Lo conseguí, pero durante meses había ido acumulando tensión y aquella noche exploté.
Además de las escenas hipotéticas había más cosas, evidentemente.
Es por eso que cuando llegué a mi casa empecé a llorar y a lanzar cosas al suelo.
Al final me dormí llorando con la cara llena de maquillaje, aquella manicura tan pastelosa y aquellos bucles en el pelo.
Fue de los peores días de mi vida. Dormirme llorando y gritando "¿por qué no me quiere?".
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