martes, 19 de noviembre de 2019

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Muchas veces trato de explicar a la gente que mi adopción fue como una transacción.

Hace años salió una película titulada BRÜNO, donde el protagonista cambiaba un iPod por un hijo negro.

Me gustaba decirlo de esa manera porque el chiste quitaba hierro al asunto. Y de sentirnos incómodos, que sea porque el tema que yo elija. Hay gente muy cotilla...

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Con los años me he ido dando cuenta de que no sólo me habían cambiado por un iPod. Que esto no puede ser porque en aquella época no existían.

Resulta que mi madre era una Barbie, quería una Shelly y se la compró.

Ahora ya tenía en quien proyectar todo su interior. Su oscuro interior.

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Creo que ella ya lo tenía todo y le faltaba un hijo.

Estudios, sí.
Trabajo fijo, sí.
Marido, sí.
Casa en propiedad, sí.
Coche, sí.

Faltaba yo, es obvio.

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Al haber sido tan maniática del control siempre me he sentido como un objeto más.

Según he ido creciendo y escapando de ese control ella se ha ido desquiciando cada vez más.

Esto explica mi teoría de la Barbie y su Shelley.

A veces desearía no haber ido más allá del iPod.

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