Yo era un párvulo.
Un párvulo lleno de energía. Pero también una niña mansa que pasaba mucho tiempo cultivando su soledad porque las circunstancias eran así.
Recuerdo a mi madre en el sofá. Tumbada. No recuerdo su ropa, no recuerdo si era un pijama. Pero recuerdo unos calcetines muy gorditos color café con leche. Todavía los usa.
Yo había ido a buscar mi caja de gomas de pelo y de pinzas. Supongo que quería jugar.
Y ella me dijo que podía jugar con su pelo pero tenía que ser en silencio.
Al acabar de llenar su pelo de gomas de colores y pincitas le dije "qué guapa estás, mamá". Y ya no recuerdo nada más.
Ahí se acaba mi rollo de película.
Evidentemente, los días se sucedieron. Pero por algún motivo sólo recuerdo aquello. Todo en silencio. Todo ordenado como en una película de cine independiente.
Fue como peinar un maniquí o un muerto.
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