La mayoría de veces el psiquiatra me dice que lo lógico sería hacer un proceso de luto con mi madre y olvidar todo lo que yo esperaba de ella porque no va a llegar jamás.
Nunca va a ser esa madre que me despierte con cariño los fines de semana, ni la que me haga el desayuno cuando estoy enferma.
Será siempre la que ignora mi existencia y se limita a exhibir mis logros personales como propios. Será esa madre que buscando protegerme de todo lo que considera malo y perjudicial, aunque sea algo que vaya en mi, me lo prohíba.
Me he pasado casi toda mi vida esforzándome, incluso cuando debería haberme limitado a llevar un camino mediocre por salud mental.
Me he pasado casi un cuarto de siglo buscando su aprobación y nunca llegaba.
Mi media era de notables y sobresalientes. Me felicitó la jefa de estudios personalmente y el director me deseó lo mejor. Su respuesta fue "¿Por qué no matrícula de honor?".
Hacía deportes, no me alimentaba de energía sino de ansiedad. A penas pesaba 55 kilos de músculo. Y siempre he sido celulítica. Ese era mi mote. Incluso cuando no llegaba bien a la media de peso durante la infancia. Incluso con trastornos de alimentación.
Siempre fui baja, aun siendo más alta que ella y su hermana. Más alta que el 90% de las mujeres de su familia.
Siempre fui demasiado latina. Como si yo pudiera cambiarlo. A veces deseo hacerlo.
Mi ropa nunca estuvo a la altura.
Pero todavía soy incapaz de hacer el luto y darla por muerta.
Ojalá se muriera de verdad. Sería todo mucho más sencillo para mi.
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