sábado, 16 de enero de 2021

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Algunas veces intento mirarme como si no me conociera y lo primero que pienso es que soy como una de esas ratas que viven escondidas en los techos de las casas y que esconde sus pequeños tesoros para que nadie se los robe. En mi caso los tesoros suelen ser cosas que escribo o que me escriben, como postales.

Es una tontería, pero siento que sólo tengo un cajón secreto y es gracias a que ahorré para poder meter dentro una pequeña caja fuerte.

Cuando tuve que volver a casa traje muchos recuerdos metidos en cajas de cartón. Tuve que hacer un gran esfuerzo para seleccionar algunos de esos recuerdos y tirar todos los demás. Actualmente se encuentran divididos entre una caja de cartón precintada (y que sería muy obvio desprecintar) y la tal caja con llave. No son grandes cosas. Ningún seguro me pagaría nada por ellas. Seguramente, si alguien me robara las cajas las tiraría al ver lo que hay dentro.

Me siento como un pequeño ratón que siempre tiene miedo, así que con lo poco que tiene corre en dirección a lo que le parece humillantemente seguro: un pequeño agujero.

También me siento extraña porque no tener intimidad hace que guarde absolutamente todo para mi, que tire cosas que me resultan emocionalmente valiosas o importantes porque no quiero compartirlas o que me sean arrebatadas. Siento que poseer rinconcitos me permite huir de los interrogatorios incómodos basados en supuestos absurdos.


Si lo pienso detenidamente me he pasado toda mi vida huyendo a buscar un escondite. Desde antes de comenzar la adolescencia ya guardaba cosas debajo del colchón, dentro de las fundas de los cojines, en el pupitre de clase, en la mochila de deporte, entre los asientos del coche, en el garaje.

Pero ella siempre lo encontraba porque siempre se ponía en lo peor, como drogas. Estuvo obsesionada con encontrar drogas en mi habitación durante toda mi adolescencia. Nunca las encontró, nunca las hubo.

Me siento desde los 7 años como si no tuviera casi raíces emocionales y como si las que tuviera me viera en obligación de esconderlas para protegerlas. Como si mis bienes fueran pequeños y frágiles brotes de tulipanes y ella fuera granizo.

Creo que nunca he tenido intimidad de ningún tipo.

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